Juan Carlos Albarado
Fue un 17 de agosto y con llovizna de pétalos
Prof. Juan Carlos Albarado
“En nombre de la Intendencia Municipal de Salto, de los familiares de Marosa, de sus innumerables amigos vinculados a la literatura y el arte, de sus innumerables amigos para nada vinculados a la literatura y el arte; en nombre de los pequeños animales de nuestro campo, de las flores, el pasto, el viento, las lunas y el temblor del rocío; en nombre de los seres invisibles que pueblan las chacras, debo decir las palabras más difíciles de mi vida, pero también las más irrenunciables: la despedida de Marosa”.
Así comenzaba el discurso de su amigo hermano Leonardo Garet, en el Cementerio Central de Salto, el día 18 de agosto de 2004. El diario El Pueblo, tres días después, lo reproduce en forma textual junto con testimonios, homenajes, reportajes, y algunos de esos inclasificables textos que viven en los libros de esta singular autora.
Están presentes, en aquellas páginas del diario algunos de los nombres de la cultura de ese momento: César Rodríguez Musmano, Lewis Rochon, el por ese entonces intendente, Eduardo Malaquina, también escritores como Jorge Menoni, y, por supuesto, profesores de literatura de nuestra ciudad, Rosario Gómez, Graciela Lima y José Luis Guarino.
El diario Cambio, por su parte, publica el jueves 26 de agosto una nota del escritor uruguayo radicado en Barcelona Héctor Rosales. De esta puede destacarse el siguiente fragmento: “…durante una de mis visitas a Montevideo, Marosa me había regalado dos volúmenes que reunían prácticamente la totalidad de lo publicado hasta el momento. Bajo el título Los papeles salvajes (I y II, Arca, Montevideo, 1989 y 1991 respectivamente) quedé delante de un inmenso muestrario de hallazgos narrativos y poéticos, unificado por una voz de intensa claridad, hechicera, embriagadora, que instala al lector en un mundo donde todo puede suceder”. Luego Rosales reproduce un soneto de otra uruguaya, Concepción Silva Bélinzon.
Transcribo aquí, además del soneto mencionado, los poemas que le dedicaran, en el suplemento del diario El Pueblo, Rosario Gómez, y José Luis Guarino, así como el poema que le enviara Jorge Menoni a la propia Marosa (publicado luego por Leonardo Garet en su libro El milagro incesante) y que, según cuenta en su nota, le valdría la promesa de la poeta de prologarle el próximo libro y, por último, un poema inédito de Enrique Estrázulas enviado especialmente para este número de La Piedra Alta.
Más sabes que los astros
A Marosa di Giorgio
Más sabes que los astros la armonía
del que siempre te tuvo, en su corona,
la cascada del bosque que pregona
tu voz más que el silencio yo diría.
Sobre dolientes líquenes vigía
hasta la niebla misma te perdona;
y el lagarto inceleste se abandona
por luz tan verdadera que lo guía.
En su gran Mano de Oro tu cabeza,
junto al niño que cuidan las doncellas
no conoces secretos ni flaquezas.
Como el sol en las uvas moscateles,
supiste madurar con las estrellas
la rueda se derrumba en tus laureles.
Estimada Marosa:
Sentimos la necesidad
de desmentir tu muerte,
de proclamar tu vida.
De imaginar que sigues
horadando con tu sueño
la apariencia de las cosas,
porque quieres seguir
contándonos maravillas
que tu imaginación alcanza.
De creer que sólo te has ido
detrás del vuelo
de alguna mariposa,
pero que pronto volverás,
con tu mirada siempre absorta,
tu paso, mitad en vela,
mitad sonámbulo,
a sembrar con tu palabra
retamas y gladiolos,
a despertar liebres y palomas,
a convocar las hadas de tu infancia.
El cielo salteño
lleva tres días de duelo.
Después de tu partida
un gris empecinado
llora su llovizna
sobre los jardines
y huertos de tus sueños.
Hay devotos de tus versos,
hay amigos,
convocados por tu ausencia
para desmentir tu muerte
y proclamar que sigues viva.
J. L. G.
De las perlas han salido
gotas de sangre esfumada
¿quién las ha traído?
el dolor del viento, con perfumes viejos.
La madreselva quitó sus premios
y los entregó benévola a los jacintos.
Los ocres, los blancos y el brillo
aparecieron para revestirlos, nuevos,
con el aroma encantado de la mañana
El vuelo anaranjado del crepúsculo
se tiñó de negro ante la muerte.
La mariposa con voz, voló muy alto,
se nos llevó su voz a las alturas plenas.
El cielo acompañó su viaje
lanzando lágrimas tenues y delicadas.
El silencio acompañó sus invisibles pasos
en el gran viaje definitivo y solo.
Quedó la poesía extrañando este silencio,
como el de otros, inexplicable y mudo.
R. G.
Del otro lado del muro
donde el sol no entra,
donde las sombras no existen,
tu tristeza escribe poemas
los poemas no tienen retorno
las lágrimas que desgastan la prisa
construyen cavernas de paciencia
el muro no es alto,
tampoco ancho
bastaría la dureza del papel para lastimarlo
y aunque tú ya eres invisible
del muro no se vuelve
arañas, gimes, golpeas
cierras los ojos y te ignoras
sonríes y pretendes disimular
dibujas puertas ventanas
o un círculo
la libertad comienza por el fin
y vuelves a intentarlo
el muro es invencible
te sientas a descansar y descubres asombrada
que hoy es domingo
y han cambiado las flores de tu tumba.
Jorge Menoni